De la utopía a la realidad
Un día conocí un proyecto educativo que poseía una gran libertad para las labores reeducativas, en cuanto que este iba en pro de una sociedad más afable y buscaba no dar a luz estudiantes perfectos para el encargo de nuestra sociedad sino hombres y mujeres pensantes con la satisfacción de haber alcanzado su humanidad antes que su título; la forma de trabajo o como lo llamaríamos metodología que yo como pedagoga reeducativa aplicaba en este lugar, era la de dialogar con mis estudiantes y llegar a ellos de la manera más tranquila, buscando así la restitución de sus derechos por pequeños o grandes que estos fueran.
Allí era posible hablar del otro y de cómo escucharle para ser mejores seres humanos, primaba la humanidad antes que el alcance de unas metas cognitivas, se daba prioridad a los proyectos encaminados a la conciencia social y a la sensibilidad, acercando a cada alumno a nuestra realidad colombiana; se tenía clara la forma de trabajo, espontánea y natural donde primaba el desarrollo del infante y del joven, no se rotulaba, pues no se basaba en la terminología moderna donde todos los niños necesariamente tienen un síndrome; más bien se buscaba su resignificación.
Para mí, fue muy grato poder realizar acciones preventivas con los más pequeños, así mismo protegerles e intervenir en algunos casos de niños marcados por el acoso escolar en otras instituciones, los cuales llegaban allí al notar que sus vidas aún tenían valor, niños con síndromes hoy día asociados al autismo y al déficit de atención, adolescentes que han pasado por manos de mentes macabras y victimarias, llegando a este lugar a resinificar su manera de aprender y vivir.
Allí, en su momento busque dejar huella en cada uno de los chicos y chicas que tuve la oportunidad de conocer; actualmente este lugar ya no existe, el encargo social de hoy ha cerrado sus puertas, pues no suplía las supuestas reales necesidades como eran alcanzar los resultados requeridos en una prueba saber, cerro por enaltecer la humanidad y enseñar a respetar a su prójimo, cerro por buscar valorar más la urbanidad que una nota y cerro definitivamente por no suplir las expectativas de su clientela, los padres que buscaban un lugar donde dejar a sus hijos mientras trabajaban.
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